El fuego sordo

Ningún porteño se despertó pensando que sólo había soñado el ulular de los carros de bomberos. Los porteños saben que el número de las bombas que se escucha define la gravedad del incendio. Nadie se sorprende de un incendio en Valparaíso. Sólo hace falta saber dónde el fuego hizo de las suyas esta vez. Y esta vez fue otra vez. Otra vez el Barrio Puerto, a dos cuadras de las explosiones de febrero de 2007 y a tres de los siniestros de la subida Carampangue de hace un par de meses. Un edificio arruinado pero hermoso. Con onda. Debe haber sido un inmueble cototo en su tiempo. En los ochenta se llenó de comercio clásico y decadente. Hoy le dejaba su primer piso a un par de restoranes que se disputan el mercado del almuerzo diario para oficinistas y turistas. Junto con ello, el edificio era sede de la movida musical emergente porteña. El mítico bar La Cantera, donde cientos de bandas locales y de todos lados se encontraron con porteños sudorosos y ávidos de música. En los pisos superiores, salas de ensayo para grupos musicales que dan vida al rock porteño de verdad. De esas que se hacen a pulso. De esas que estos golpes de fuego les pegan en la línea de flotación pero no las derriban. Porque los músicos y comerciantes damnificados saben que no queda otra que volver a ponerse de pie. Una vez más y hasta que el ulular de las sirenas nos vuelva a despertar de una pesadilla que parece no tener final.