Ambas campañas del plebiscito usaron la historia y el futuro como argumentos para apoyar sus opciones.

El mundo entero sigue con atención esta jornada de Plebiscito en Colombia. El futuro del proceso de paz está en juego.

En Medellín los locales de votación lucen activos al mediodía.

La policía dijo dar seguridad al proceso electoral en el 100% del país, situación inédita desde el inicio del conflicto con la guerrilla.

El resultado sorprende al mundo y genera sentimientos encontrados entre los colombianos.

La baja participación, el triunfo del NO en departamentos grandes como Antioquia y hasta el huracán Matthew sirven para explicar el sorprendente resultado.

ColombiaNO

A Medellín en el Departamento de Antioquia se llega desde Chile en vuelo directo o rebotando en el aeropuerto El Dorado de Bogotá. Desde la capital de Colombia el vuelo a Medellín dura media hora. Por tierra puede extenderse por ocho horas serpenteando entre montañas y selva por el medio de territorios que hasta hace muy poco también agregaban el peligro de la guerrilla. Para acabar con una parte de esa dificultad los colombianos pudieron refrendar el Acuerdo de Paz entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), para por primera vez poder adentrarse con seguridad en zonas del país hasta ahora inexploradas por miedo. Se supone que ganando el SI se abrirían nuevos territorios. Y no sólo montañas: también y sobre todo territorios mentales. Espacio para nuevas posibilidades. Nuevos sueños construidos desde el territorio de la paz. Imposible no establecer paralelos con Chile. Acá también tuvimos un plebiscito que marcó la historia. En 1988 sacamos marcando un voto con un lápiz a un dictador. El plebiscito en Chile y en Colombia ocurre en el mes de octubre. He aquí la feliz diferencia: ir por la opción SI acá era avalar al tirano. Las muertes. Las desapariciones. Allá votar SI era optar por el fin inmediato de la guerra. No es lo mismo partir una nueva etapa con una afirmación que con una negación (como ocurrió en Chile). En la calle la gente está dividida (obvio, es un plebiscito) por un lado los más jóvenes y en general quienes pertenecen a una matriz ideológica del tipo “progresista-liberal” están por el SI. Por dejar atrás la pesadilla de la guerra. Por poder mirar el futuro con optimismo y sin el estigma de estar sometidos a una tensión permanente. En la otra vereda los sectores más “conservadores” rechazan el acuerdo por establecer -muy en resumen- la impunidad para los guerrilleros y sus líderes, garantías para entrar directamente al Congreso y apoyo económico para la desmovilización de las tropas (calculadas en menos de 6 mil efectivos). El voto en Colombia dice textual: "¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?". ¿Quién podría votar NO a un acuerdo histórico tras 4 años de negociaciones en Cuba?¿Quién no querría aplaudir el apretón de manos del presidente Juan Manuel Santos y el líder de las FARC Rodrigo Londoño, "Timochenko" ambos de impecable guayabera blanca?¿Quién diría NO a lo que el mundo entero desea mientras mira por tv o internet las noticias del lunes 26 de septiembre en Cartagena? Pues bien, la mayoría de los colombianos que fue a votar el domingo 2 de octubre dijo NO. Así tal cual: la negativa del electorado alcanza el 50,2% y se impone al 49.7% que votó SI al acuerdo, echando por tierra pronósticos y encuestas recientes. ¿Qué pasó? En primer lugar es necesario identificar un clima previo triunfalista en el gobierno colombiano y sobre todo en la comunidad internacional. La ONU aplaude a Santos en su más reciente asamblea general. Los presidentes de todo el mundo aplauden. Hasta el Papa Francisco se entusiasma y promete visita a Colombia cuando la paz fuera “blindada” por el plebiscito. Otra explicación: el arrastre que el ex presidente y actual senador Álvaro Uribe tiene en el departamento de Antioquia. Uribe lideró -no sin polémicas- el rechazo al acuerdo y en Medellín arrasó el NO. Otra razón para el sopresivo resultado: la alta abstención de los colombianos para ir a las urnas. En el extranjero hubo una histórica baja participación y en el país menos del 38% del electorado se asoma por los locales de votación. Y aunque es una constante en la historia electoral colombiana reciente la baja participación, la importancia del tema en cuestión hace muy llamativa -al menos desde el exterior-la indiferencia de la sociedad colombiana. Eso sí hay que mencionar un hecho poco destacado: el norte de Colombia históricamente ha tenido un comportamiento más proclive al voto “progresista-liberal”, pero el mismo día del plebiscito dicha zona del país tuvo que enfrentar los rigores del huracán Matthew que dejaron 2 muertos e impidieron a las personas llegar a los locales de votación. Así las cosas y una vez que va decantando el polvo que levantó la bomba del triunfo del NO, el optimismo vuelve a tomarse la agenda en torno del proceso de paz. Dos hechos que lo permiten: primero, las reacciones de las FARC y del ex presidente Uribe han sido a lo menos moderadas. Dos: al presidente Santos le dieron el Nobel de la Paz 2016. Si aquello no representa un empuje definitivo para por fin dejar atrás el conflicto bélico colombiano, nada lo será.