Color & Ruido

Un verdadero renacer tuvo el Carnaval de los Mil Tambores en Valparaíso durante el primer fin de semana de octubre. Miles de jóvenes llenaron las calles de cerros y la costanera del puerto con batucadas y cuerpos pintados en una fiesta que se ha consolidado con el paso de los años como una colorida expresión cultural de la ciudad y de los visitantes que llegan en masa al carnaval. Eso sí, la fiesta no ha estado ajena a las polémicas, fundamentalmente por el impacto que tiene la llegada de los fanáticos del tambor (y la pilsen) a Valparaíso. Y es que junto a sus hábitos musicales vienen también costumbres menos urbanas como orinar en cualquier lugar o beber y dejar los envases vacíos donde la gravedad los impulse. Mención aparte para las secuelas generadas por los campamentos improvisados en las playas y las aglomeraciones nocturnas en diversos puntos de la ciudad. Con todo esto, el Carnaval de los Mil Tambores tiene a su favor una trayectoria de más de una década de historia y una convocatoria que no baja de los varios miles de jóvenes. En su contra, la incapacidad de los organizadores por llevar cerca del cero el impacto negativo de la actividad sobre la ciudad y sus habitantes, muchos de los cuales ya están hasta más arriba de lo que pueden tolerar con los redobles infinitos, en ruido y los ríos de orín bajando por las escalas.