viña del mar, Chile. 23/02/2020. manifestaciones por el festivl de viña

Obertura de fuego

Viña del Mar es como una anciana sorda y miope pero aún pretenciosa que alguna vez intentó ser reina de belleza en una aldea costera perdida en el sur del mundo. Y aunque la ciudad sigue apareciendo arriba en los ránking de calidad de vida, lo cierto es que ese bienestar está lejos de beneficiar a la mayoría de sus habitantes. Más bien se reduce al espejismo de las áreas verdes y comercios de su zona norte y algo de sus sectores planos. Basta subir algunos metros para darse cuenta que los viñamarinos viven mal o casi mal mirando desde lejos la promesa ya añeja de ser un balneario top en verano y una ciudad bella todo el año. Dentro de los estertores de este sueño estival iluminado con el filtro dorado y falso de inicios del siglo 20, sobrevive el Festival de la Canción. 61 años han pasado desde su creación pero la torta de cumpleaños tiene esta vez un sabor distinto. Sin entrar en detalles sobre su decadente y cada vez menos relevante parrilla artística, el foco este año 2020 ha estado puesto en el telón de fondo de las movilizaciones sociales que sacuden Chile desde octubre pasado. Los organizadores insistieron contra viento y marea en llevarlo a cabo. Y aunque suspendieron la gala, no estaban dispuestos a cortar una tradición que además mueve varios millones de dólares entre auspiciadores y el negocio turístico que chorrea hacia el comercio local. Así las cosas, a horas del inicio del evento, las protestas se tomaban el centro de la ciudad, enfrentando a quienes ven en el Festival un símbolo de todo lo malo de la actual realidad económica y cultural de Chile y Viña del Mar con una policía que hace rato perdió el rumbo y los protocolos. La peor combinación en menos de un kilómetro cuadrado en torno de la Quinta Vergara muy protegida y un Hotel O'Higgins abandonado a su suerte como un Titanic oxidado reflejo de otros tiempos de gloria festivalera y hoy a la deriva. Autos en llamas y otros lanzados desde el segundo piso de una automotora a pocas cuadras de un escenario donde Kramer usaba el humor para fustigar a un gobierno y una élite incapaz de sintonizar con las demandas ciudadanas. No hubo obertura. O mejor dicho la obertura del Festival se hizo en otro escenario con otras antorchas y anunciando otro monstruo para las autoridades que se llama marzo y que ya se asoma por encima de la desaparecida concha acústica.