Tan cerca, tan lejos

A sólo 40 minutos en avión, pasando por encima de la cordillera de Los Andes, existe un mundo asombrosamente distinto pese a la proximidad geográfica. Mendoza. Ciudad casi fronteriza de un país que sigue mirando a Europa pese a que Europa dejó de mirarlo hace rato. Una ciudad que parece congelada en el siglo 20. Para bien y para mal. Con un centro que cierra a la una y pico de la tarde para la siesta. Donde prácticamente nadie usa monedas y los supermercados redondean el total de la cuenta a favor del cliente al momento de dar un vuelto. Donde la oferta cultural abunda y la cocina carnívora y de origen italiano campea. Donde todo el mundo paga su pasaje el subir a la micro y donde los precios de las vitrinas explican por qué vienen a Chile batallones de consumidores trasandinos premunidos de tarjetas de crédito a desvalijar los outlets. Así se ve esta Mendoza versión invierno 2017. Con nieve y un clima pre electoral que se arrastra entre la decepción crónica y una especie de fatalismo sordo antes de una definición a penales. Y eso sí que puede ser desalentador en una tierra donde el fútbol parece ser el último refugio.