Viña es un Festimal

Viña no es un festival. Viña tiene un festival, pero es un festival de deudas y de cuestionamientos a su actual gestión municipal. Tiene una alcaldesa que hasta hace un par de meses era la regalona de los canales de tevé. Hoy la evitan. La transmisión del Festival de Viña del Mar 2019 evita ponerla en pantalla porque cada vez que se proyecta su imagen o se le nombra sobre el escenario, las pifias bajan fuerte desde la galería hasta el palco. El horno ya no está para bollos. El Festival de Viña cumplió esta vez 60 años. Pero el cumpleaños no estuvo a la altura. Un show intrascendente que nadie recordará salvo por las sorpresas (buenas y malas) que dejaron los espectáculos de humor, con una Jani Dueñas abucheada por mujeres amantes de la salsa que esa noche fueron a ver a Mark Anthony y no toleraron el tono de una rutina para el olvido. Animadores de este año que pasarán al archivo festivalero sin pena ni gloria. El punto alto: el show de Jorge Alís con su crudo análisis de nuestro presente como país. Para reír y llorar al mismo tiempo. De la competencia musical no hay nada que decir. No existe. Nadie recuerda quién ganó ni este año ni casi nunca. Durante esa parte de la jornada la gente en la Quinta Vergara aprovecha de ir al baño a hacer pipí. El show muy pobre para ser un cumpleaños. Casi patético. Un Raphael sinfónico (esta vez no perdió piezas dentarias afortunadamente). Yuri. Marco Antonio Solís. Back Street Boys, una banda de ex jóvenes que no canta ya o desafina sin pudor. Impunes como solo se puede ser impune un artista que mira en menos el escenario. El Festival comenzó mal y terminó peor. Unos regetoneros “old school” abren sin mérito una jornada inaugural desperdiciada y un dos cultores del trap se encargan de cerrar el asunto como broche de lata. Hasta el anacrónico concurso para elegir a la reina y el rey feo fue un acto paralelo el show que tampoco prendió como en años anteriores. El piscinazo de la reina y el rey: gimnástico y sin asunto. Casi sin prensa. Como final del trágico cumpleaños, al día siguiente de la noche final, un trabajador muere tras caer varios metros durante las faenas de desmontaje del escenario. Un festimal para el olvido en una ciudad pretenciosa y en crisis. Viéndolo bien, no pudo ser de otra forma.